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lunes, 3 de octubre de 2011

Cuéntame un cuento: La religión

Entre mis lecturas favoritas no os he hablado de La Biblia, la que podríamos considerar precedente del imaginario colectivo que ha posibilitado la creación de obras como El Señor de los Anillos o Harry Potter, de hecho, estoy convencida que estas sagas no habrían tenido el mismo éxito sin los preceptos religiosos de cualquier índole que nos han inculcado.

El mal y el bien, la fantasía, el miedo a la muerte, el más allá, la magia, los poderes paranormales o los alter-egos enfrentados son piezas claves en este tipo de género literario y es que estoy convencida que si el día de mañana se extinguiese la especie humana y los nuevos pobladores se encontrasen con alguna de las obras de J.K. Rowling o J.R.R. Tolkien mitificarían al Sr. Potter o al Sr. Bolsón ensalzándoles como dioses. Buscarían el Anillo único o las Reliquias de la muerte como el Santo Grial.

Sí, los filólogos no sólo leemos a los grandes clásicos, de hecho, ha sido precisamente investigando por la red como he dado con un post en el blog Escéptica sobre el origen de los mormones que me ha hecho replantearme aquello a lo que nuestra fe se entrega sin necesidad de pruebas, incluso en la mayoría de ocasiones, sin necesidad de coherencia. Os dejo con un breve resumen:

A principios del siglo XIX, el ángel Moroni se presentó al Joseph Smith y le dijo que debía traducir unas tablas de oro escritas en “egipcio reformado” que habían sido escritas por los profetas de los supuestos primeros pobladores del continente americano, de cuya existencia la ciencia no ha encontrado evidencias. Fruto de ese encuentro y años más tarde surgiría el Libro del Mormón. El proceso sobre qué pasó durante la transcripción es curioso y varía de una fuente a otra, por lo que os recomiendo a los que os interesen los fenómenos paranormales, que investiguéis un poco porque merece la pena.

Cualquier religión tiene mayor o menor grado de fantasía y unos pilares que tambalean expuestos ante un pensamiento racional, aunque se empeñen, o nos empeñemos, en definirlos como metáforas. Quizá por eso nuestros políticos también juegan con eso, con la confianza ciega de quien piensa que el fin de la crisis está a la vuelta de la esquina como quien tiene la necesidad de creer que existe algo más después de la muerte o que nuestra existencia tiene algún sentido divino.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Tigeretazo a la educazion

Mi madre todavía conserva mi cartilla del colegio con las anotaciones de mi maestra: “No recorta porque no le da la gana”. Han pasado varios años desde entonces y sigo sintiendo especial animadversión por los tijeretazos, incluso cuando se trata de hacerles un disfraz a mis hijos, así que podréis entender el pánico que me da pestañear y ver caer un nuevo derecho de esa Constitución que de aquí a unos años va a terminar pareciendo un chiste macabro.

“A la hora de elaborar los presupuestos, fijen sus prioridades” palabras del Ministro de Economía en clara alusión a Aguirre y Feijóo y en representación de aquellos que no han sabido sumar 2+2 durante su legislatura y ahora, como es lógico, no les salen las cuentas; y es que la educación, desde la LOGSE, hace mucho que cojea.

Creo que todos los padres queremos darles la mejor educación posible a nuestros hijos y es algo que cada vez nos ponen más difícil, pero reconozcamos que el problema no viene de ahora: masificación en las aulas, instalaciones precarias y en ocasiones insalubres, falta de profesores de apoyo, ausencia de refuerzo para los más rezagados/avanzados… por no hablar de la casi inexistente aplicación tecnológica en el desarrollo educativo.

Y ese “futuro” entrecomillado del que tanto hablo no pinta mucho mejor desde que nuestros gobernantes confunden cantidad con calidad, desde que ven la escuela como un negocio en manos de las empresas, desde que la igualdad de oportunidades ha dejado de ser una prioridad y pretenden que nuestro sistema educativo se asemeje cada vez más al anglosajón, donde la educación se mide en cuánto estás dispuesto a pagar por ella.

Ya es lamentable la degradación del lenguaje con la denominada “cultura del chat”, pero más aún la profunda brecha que sufren los más jóvenes, que no saben ni ubicarse en el mapa como para pedirles que aprendan de un pasado que desconocen para construir y mejorar el mañana. Desconozco en qué escuelas habrán estudiado nuestros políticos, pero hay que ser muy burro para creer que recortando la educación y la sanidad las sociedades avanzan o que lo que es peor, que la solución a la crisis pasa por facturar los derechos básicos.

Quizá eso es lo que quieren, que las futuras generaciones no piensen, que no protesten, que agachen la cabeza y sigan al resto del rebaño, que en su casa la única cadena que sintonicen sea Telecinco.