Antes me preguntaba por qué puestos a recortar libertades amparándose en los preceptos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), no cortaban el problema de raíz. La respuesta es demasiado simple:
- Del precio de venta al público de una cajetilla de tabaco, el 78,9% corresponde a impuestos. (Capital)
- La recaudación del Estado por los impuestos al tabaco en 2010 alcanzó un nuevo récord: 9.842,3 millones de euros. (ABC)
¿Por qué no financiamos con esas desmedidas cargas fiscales nuestra saturada sanidad? Claro, sin llegar al extremo y “ombligismo” de María Antonia Gimón, presidenta de la Federación Española de Cáncer de mama, que el viernes pasado propuso aumentar más si cabe esas cargas fiscales con el mismo propósito, porque vale, sí, el tabaco es malo para la salud pero también las grasas saturadas y puedo comerme una hamburguesa por 1€.
¿Por qué aumentar los permisos de las terrazas además de por recaudar un poquito más por otro lado?, ¿por unos hosteleros que supuestamente no se han visto afectados por la “Ley persecutoria antitabaco”?, ¿por favorecer a los pobres fumadores a los que ahora se les acusa de crear insalubridad y ruido en las calles?, o ¿por qué realmente interesa bajar el porcentaje de fumadores pasivos, que al final suponen un gasto a la Sanidad y no aportan un ingreso extra?
“Cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad”. Bertolt Brecht
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