Hoy estoy muy cabreada. Acabo de llegar a casa y lo primero que he hecho es sentarme a escribir estas líneas, bien por desahogo, por impotencia o por pura indignación.
Esta mañana he llevado a los niños con los abuelos, que se los llevan unos días a la playa y que me dejan a mí otros tantos de relajación. A la vuelta, mientras esperaba el autobús, me he encendido ese primer cigarrito del día, disfrutando de un “pequeño soplo de aire fresco”. Estaba un poco apartada (manías inconscientes por una persecución “gubernamental” al fumador que no entiendo) pero eso no ha impedido que otra mujer, lo de señora le queda muy lejos, me interrumpiese. Os reproduzco a continuación la conversación:
- No sé cómo no le da vergüenza, ¡qué asco!
- Perdone señora ¿qué asco de qué?
- Del cigarro ¿de qué va a ser? Haga el favor de apagarlo ahora mismo porque estamos varias personas que no fumamos y que no tenemos por qué tragarnos su basura. Qué poco respeto, qué poca educación…
- Mire señora, estamos en un espacio abierto y puedo fumar perfectamente…
- Con su salud haga lo que le de la gana, pero no con la mía…
- Mire señora…
- No, no, no… mire usted, a saber cómo tiene su casa de mierda, porque fumar… fumar es de guarras…
La llegada del autobús ha salvado a esa mujer de una más que posible y merecida grosería por mi parte. Yo me he sentado a esperar al siguiente mientras seguía escuchándola despotricar y compartir su intolerancia con los que la rodeaban señalándome con su dedo acusador. Independientemente que no entienda los paralelismos entre el tabaco y la limpieza lo cierto es que ha conseguido joderme una mañana que prometía y lo peor es que no la culpo a ella sino al poder político y en general, a la pasividad que mostramos aunque nos recorten los derechos.
¿Respeto? ¿Cómo pueden pedir respeto cuando son ellos los intolerantes? Nosotros hemos aceptado con la cabeza baja que limiten nuestras libertades, que nos señalen, nos increpen y nos criminalicen. Hemos tenido que cambiar hábitos y costumbres, hemos sufrido una exclusión social y encima nos tenemos que sentir avergonzados y culpables. ¡No, señor! ¡Ya está bien de lanzar “cortinas de humo” contra las minorías (o mayorías) para desviar la atención de lo que realmente importa!
Como reza el subtítulo de este blog “Las limitaciones a nuestra libertad están donde empiezan las del otro” y es por eso mismo que entiendo el movimiento anti-fumador y procuro que mis elecciones personales no perjudiquen a terceros, pero también creo que, por poner un ejemplo, el propietario de un establecimiento debería ser libre de dejar o no fumar y por tanto, sus clientes, de ir o no allí a tomarse el café. La posibilidad de elección enriquece las sociedades.
Hola, me llamo Carmen y soy fumadora.
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